1 de septiembre de 2011

Michael LAUDRUP, El rey danés sin corona


¿Habrían pasado a la historia del fútbol Pelé, Diego Armando Maradona o Zinedine Zidane si no hubiesen participado en el torneo más importante disputado por sus selecciones? Basta con mirar a Dinamarca para responder a esa pregunta: calidad y talento son independientes del palmarés. Michael Laudrup, mejor jugador danés de todos los tiempos, no estuvo presente en el mayor momento de gloria de su país. Sin embargo, la huella que dejó en el deporte rey es muy superior a la de sus compatriotas que ganaron la Eurocopa de 1992.

“En los años 60, el mejor era Pelé. En los 70 Cruyff, en los 80 Maradona. Y en los 90, Laudrup”. Esta afirmación puede ser discutible, pero el hecho de que su autor sea nada menos que Franz Beckenbauer le otorga más peso. 


Y Michael Laudrup y su hermano pequeño, Brian, siempre cargaron con un peso considerable a sus espaldas desde que dieron sus primeros pasos en el fútbol. Les viene de familia. Los hermanos Laudrup, hijos de Finn, ex internacional, y sobrinos de Ebbe Skovdahl, un entrenador exitoso, estaban obligados a triunfar. Y ese fue precisamente el objetivo que se fijó Michael, quien sin duda tiene carácter. Por eso, cuando apenas había cumplido los 13 años, se permitió el lujo de declinar la oferta del Ajax de Amsterdam para seguir a su padre, que había fichado por el Kjøbenhavns Boldklub, club precursor del FC Copenhague, al considerar que era demasiado pronto para irse del país, antes de haberse consolidado. 

Tras pasar de las palabras a los hechos y ser elegido a los 18 años mejor jugador de Dinamarca con el Brøndby, ese mismo carácter le hizo rechazar un traspaso a otro club mítico. “Había cerrado un acuerdo para un contrato de tres años con los representantes del Liverpool”, confesaría el genial escandinavo unos años después de colgar las botas. “Pensaba que ya estaba hecho. Unos días más tarde volvieron con la misma oferta, pero de cuatro años, ya que decían que era muy joven y necesitaba tiempo para desarrollarme. Eso me decepcionó, y decidí no fichar por el club. No habíamos firmado nada, pero un acuerdo es un acuerdo. Hay que respetar lo que se dice”.


Cualquier cosa menos... egoísta
La directiva del Juventus sí sabía lo que quería, y aprovechó la oportunidad de contratar al prometedor muchacho en junio de 1983. Esta vez todo se hizo según lo previsto, pero Laudrup pagó los platos rotos de su juventud. El danés tenía la competencia de Michel Platini y Zbigniew Boniek en un once limitado entonces a dos jugadores extranjeros, de modo que fue cedido al Lazio, recién ascendido a la Serie A, donde destacó gracias a sus pases milimétricos y sus certeros lanzamientos de falta. En dos temporadas sumaría una decena de goles. Y, con la marcha del polaco de la Juve, llegó la hora de que se codease con los grandes. 

Laudrup lo sustituyó como escolta de Platoche y ganó la liga y la Copa Intercontinental en 1986. Empezó a dibujar los primeros trazos del retrato que dejaría en la galería de las leyendas: un genio que no llegó a alcanzar su límite. “Jugué contra Maradona, Platini y Baggio, pero quien era capaz de las jugadas más increíbles era Michael Laudrup”, recuerda Roberto Galia, ex internacional italiano compañero suyo durante su último año en Turín. Platini completa ese recuerdo: “Uno de los más grandes talentos de todos los tiempos”, opina el ex mediapunta de la selección francesa. “El mejor del mundo en los entrenamientos, pero que nunca explotó todas sus cualidades durante los partidos. Michel lo tenía todo, excepto una cosa: no era lo bastante egoísta…”.


¿Laudrup pensaba demasiado en los demás? Eso fue lo que convenció a Johan Cruyff, entrenador del FC Barcelona, quien utilizó su generosidad para alimentar a un depredador como Hristo Stoichkov. Con el holandés en el banquillo, el danés a la batuta y el búlgaro en el remate, el Barça pasó de ser un gran equipo a convertirse en un club legendario. Entre 1990 y 1994, Laudrup y sus compañeros ganaron cuatro ligas, una Copa de Europa y un nombre para la eternidad: el Dream Team.

Pero los actos fallidos se fueron acumulando para él. Asistió como suplente a la final de la Liga de Campeones de la UEFA de 1994 frente al AC Milan, que los italianos se adjudicaron de forma tan sorprendente como arrolladora (4-0). “Laudrup era el jugador que yo más temía, y Cruyff cometió el error de no alinearlo”, comentó el técnico milanés, Fabio Capello, tras la exhibición de sus hombres.


La hora del desquite
No hizo falta más para despertar en Laudrup los sentimientos que le habían hecho plantar cara a Ajax y Liverpool unos años atrás. Respondió a la afrenta fichando por el acérrimo adversario del club, el Real Madrid, a pesar del cariño que sentían por él los hinchas catalanes. “No fue cuestión de vengarse”, explicaría, no obstante. “Mi etapa en el Barça se había acabado, igual que el Dream Team, también. Me fui al Madrid porque quería jugar en un equipo capaz de aspirar al título y quedarme en España”.

Alcanzó ese objetivo al final de la temporada siguiente, con una liga en 1995. Y el desquite de Laudrup fue total con el triunfo del cuadro merengue por 5-0 en el clásico, un año después de imponerse mediante ese mismo tanteo en el bando blaugrana. Michael realizó uno de los mejores partidos de su carrera. Destacó una asistencia suya a Iván Zamorano, autor de tres goles. “¿La razón por la que marqué tantos goles con el Real Madrid? ¡Laudrup!”, señala el chileno, en homenaje a su antiguo compañero. 
 
Al cabo de dos campañas en la capital de España, el danés tenía 32 años, y quizás pensaba ya en retirarse cuando se incorporó a la incipiente J-League, con el Vissel Kobe. Pero los seis goles que anotó en 15 partidos durante la temporada 1996/97 le recordaron que aún tenía nivel para brillar en el Viejo Continente. Como guiño del destino, su última etapa fue en el mismo club cuya oferta había rechazado dos decenios antes. Laudrup fichó por el Ajax de Amsterdam, y concluyó su carrera con un título de campeón de Holanda. 

Con todo, no siempre se pueden enmendar los errores de la juventud, y la leyenda de Laudrup no sería tan hermosa sin la relación fallida que tuvo con la selección danesa. El genial centrocampista ofensivo participó en tres ediciones de la Eurocopa (1984, 1988 y 1996) y ganó la Copa FIFA Confederaciones 1995. También fue uno de los míticos Danish Dynamites que deslumbraron al planeta con motivo de su estreno en la Copa Mundial de la FIFA, en 1986. E incluso marcó un magnífico tanto contra Uruguay en una goleada de los nórdicos (6-1). 


No viaja al torneo
Pero todos esos éxitos no compensaron su decisión de abandonar el combinado nacional durante la fase previa de la Eurocopa 1992. Tras la derrota por 2-0 ante Yugoslavia, en desacuerdo con las decisiones tácticas de su seleccionador, dio un portazo y juró que no volvería a jugar a las órdenes de Richard Møller Nielsen. Calculó mal. Si bien fue eliminada, Dinamarca terminaría participando en el torneo a raíz de la suspensión de Yugoslavia, y Møller Nielsen se mantuvo en el cargo.

Todos saben lo que ocurrió luego. Se formó a última hora, con futbolistas que ya preparaban sus vacaciones, un equipo que puso rumbo a Suecia y encadenó una gesta tras otra hasta alzar el mayor título continental. El mejor jugador danés de la historia acababa de perderse el momento de gloria de su país…


En 1993, ante la presión popular, Laudrup dio marcha atrás y regresó a la selección dirigida por… ¡Møller Nielsen! “No quería rectificar una decisión que era firme. Pero, al mismo tiempo, ¡cada vez tenía más ganas de jugar con ellos! Con el seleccionador, hubo una aproximación mutua. Al equipo le faltaba disciplina. Yo no me sentía capaz de hacer lo que él esperaba de mí, asumir el liderazgo del equipo. Pero me convertí en un líder en el Barça, como organizador de juego, y al final me fue bastante bien con esa función…”.

Laudrup disputaría el último de sus 104 encuentros como internacional en cuartos de final de Francia 1998, ante Brasil. Los europeos cayeron por 3-2 después de tutear en la cancha a los campeones del mundo. Cuando acabó el partido, el capitán derrotado anunció lo que toda Dinamarca temía: “Ha sido el último de mi carrera”. A continuación añadió: “Pero también ha sido uno de los mejores, incluso el mejor”.

El mejor, saldado con una derrota. Un resumen de la carrera de un rey sin corona.